Ginebra:
Según el mito, Ginebra sería la hija del rey Leodegrance de Cameliard. El rey Arturo envía a Lancelot a que la traiga a Camelot para casarse con ella, y en el viaje ambos se enamoran. En cuanto llegan a Camelot, Arturo y Ginebra se casan, y Ginebra se convierte en el centro de la corte.
Rey Arturo:
Arturo nació en la localidad de Tintagel. Fué hijo de Uther Pendragon (que traducido del galés significa Uther, “hijo del dragón”) e Igraine. Es fruto de una relación incestuosa por parte de ella, ya que Igraine era esposa de Gorlois, duque de Tintagel.
Historia:
Cuenta la leyenda que Ginebra era la hija del rey Leodegrance de Cameliard y
que fue el propio rey Arturo quien envió a uno de sus famosos Caballeros de
la Mesa Redonda, Lancelot, a buscarla para contraer matrimonio con ella.
Durante el viaje de vuelta a Camelot, tanto Ginebra como Lancelot se
enamoran pero al llegar a la corte, Ginebra contrae matrimonio con Arturo,
aunque el amor entre ella y el caballero jamás desaparecerá.
Aunque se llevará bien con su marido, pronto discrepará con la hermanastra de
este: la hechicera Morgana quien le guardará siempre odio a la reina. Será ella
quien, junto con otros enemigos del monarca, revelarán la situación de
adulterio en la que se encuentra Ginebra lo que hará que sea condenada a
muerte y que Lancelot sea expulsado del reino.
Sin embargo Lancelot, al intentar evitar el trágico final de su amada, matará a
dos de los hijos de Morgana y su marido Lot de Lothian, lo que acabará
derivando en una intensa guerra entre ambos reinos y que supondrá la muerte
de todos los Caballeros de la Mesa Redonda.
A pesar de todo, Ginebra nunca morirá en la leyenda sino que se exiliará a
la Torre de Londres, lugar donde recibirá la dura noticia de la muerte de su
marido: vestida de luto se dirigirá junto a sus damas al convento de Amesbury
para tomar los hábitos. Un destino parecido sufrirá Lancelot, convertido en
monje ermitaño tras abandonar su condición de caballero.
Tras haberle sido infiel a su marido con Lancelot, la historia unirá
inseparablemente este hecho con la caída tanto del hasta entonces
próspero reino de Camelot, como del resto de Inglaterra, convirtiendo de
este modo a la figura de la reina en todo un símbolo de la fragilidad humana,
así como de la inmoralidad y la perversidad.