Trabajo de Nerea y Rocío
Romeo
Joven noble veronés, perteneciente a la familia de los Montesco, Romeo es uno de los protagonistas de la obra de teatro Romeo y Julieta, escrita por el autor inglés William Shakespeare.
Pese a la enemistad de su familia con la de los Capuleto, Romeo cae enamorado por completo de la joven Julieta, un amor al que las dos familias se oponen por completo. Al no poder estar juntos, Julieta trama un plan con Fray Lorenzo, confesor de Romeo, para escapar juntos. Para eso, Julieta ingiere un bebedizo que le confiere la apariencia de una muerta y así poder comenzar más adelante una nueva vida. Por desgracia, Romeo encuentra a Julieta en ese estado similar a la muerte sin conocer el plan, por lo que, loco por la pérdida de su amor, se apuñala quitándose la vida.
El personaje de Romeo es un icono de la cultura en todo el mundo y se aplica como sinónimo de galán o conquistador, pero, sobre todo, de amante romántico. Su trágica historia de amor forma todo un arquetipo dentro de la narración literaria.
El papel de Romeo ha sido interpretado en numerosas ocasiones en el teatro y en el cine, destacando las actuaciones de Laurence Olivier, Ian MacKellen o Leonardo di Caprio.
JULIETA
Julieta Capuleto es una de los personajes que dan título de la tragedia Romeo y Julieta del dramaturgo inglés William Shakespeare. Es la protagonista femenina de la obra y Julieta es la única hija del patriarca de la familia de los Capuleto. Ella se enamora de Romeo, un miembro de la familia de los Montesco (con la que los Capuleto mantienen una enemistad). La historia tiene una larga historia que precede al propio Shakespeare.
Coriolanus
Inspirada en Vidas paralelas de Plutarco, esta tragedia política tiene como protagonista al general Cayo Marcio Coriolano. Es presentado como un hombre de fuertes convicciones, un antipopulista que se define por sus hechos y no por sus palabras, pero su desprecio hacia las masas, lo vuelve vil ante los ojos del pueblo a quien debe conquistar para obtener su favor para convertirse en cónsul, pero las manipulaciones y traiciones que lo rodean, terminan por desterrarlo de Roma, derrotado, buscará a toda costa vengarse. Debido a su temática, estuvo prohibido un tiempo en Francia y Alemania.
BENVOLIO
Benvolio Montesco es un personaje de la obra Romeo y Julieta de William Shakespeare. Es sobrino del Sr. Montesco y primo de Romeo.
Benvolio es el sobrino del señor Montesco y el primo de Romeo. Es normalmente retratado por Shakespeare como persona amable y reflexiva quién intenta cuidar de su primo.
Benvolio intenta aminorar la sentencia de Romeo tras intentar impedir los duelos que llevan a la muerte de Mercurio y Teobaldo, dejando a Romeo con un destierro y no una sentencia de muerte.
Benvolio pasa la mayoría del primer acto intentando distraer a su primo de su enamoramiento con Rosalina pero siguiendo la primera aparición de Mercucio en I.iv, él y Mercucio se unen más hasta III.i. En aquella escena, arrastra al fatalmente herido Mercucio fuera del escenario, antes de regresar para informar Romeo y al príncipe, de la muerte de Mercucio y Teobaldo. Benvolio entonces desaparece de la obra (aun así, como Montesco, implícitamente puede estar incluido en el escenario en la escena final «entran Señor Montesco y otros» y es a veces confundido con Baltasar).
Parte de la función de Benvolio es animar a Romeo para ir a la fiesta, en donde se enamora de Julieta.
Personajes shakespearianos
Shylock
Shylock es un personaje ficticio central en la obra El mercader de Venecia de William Shakespeare.
Es un prestamista judío de carácter rudo, también se puede decir que es un hombre paciente ya que tolera todas las humillaciones e insultos de los cristianos y especialmente de Antonio que posteriormente va ante él arrastrado pidiendo ayuda económica para su fiel amigo Bassanio. Es uno de los personajes más importantes que representa la sociedad judía en aquella época. Este personaje es el que ha sufrido más ya que ha tenido que tolerar que su hija se aparte de él por casarse con un cristiano llamado Lorenzo. Esta situación hace despertar más el odio y la venganza de Shylock para pagarle lo más rápido posible y poder cortarle una libra de carne a Antonio.
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Falstaff
Falstaff es uno de los personajes creados por el escritor inglés William Shakespeare para obras como Enrique IV o Las alegres casadas de Windsor.
En Enrique IV, Falstaff es un caballero presentado como cobarde, gordo y que se vanagloria de sus hazañas, pese a no haber conseguido ninguna. Más adelante es repudiado por el Rey tras demostrar su ineptitud.
Usado como bufón, Falstaff se presenta como método para contarnos la evolución del personaje del príncipe Hal.
En Las alegres casadas de Windsor, Shakespeare usa el mismo personaje de Falstaff pese a la diferencia de casi 200 años. En esta comedia, Falstaff busca casarse con una mujer con dinero, así que lo intenta con dos casadas. Tras el rechazo de estas, Falstaff conjura con los dos maridos para buscar venganza. A lo largo de la obra se producen varios intentos de Falstaff en contra de las alegres casadas que desembocan en situaciones de gran humillación y vergüenza para él.
Hamlet
Este personaje es el protagonista de esta tragedia homónima, considerada la más larga del bardo de Avon. Es descrito como un joven príncipe bondadoso, inteligente y reflexivo, que siempre está cuestionando la moral de sus actos, sin embargo, en un punto de la obra la ira lo ciega, volviéndose impulsivo y sin piedad, tras cometer un asesinato por confusión, al querer reivindicar la muerte de su padre a causa de su tío. Este texto es considerado como uno de los más influyentes dentro de la literatura inglesa, su descripción psicológica lo ha puesto como el más grande personaje dramático jamás creado.
La obra transcurre en Dinamarca, y trata de los acontecimientos posteriores al asesinato del rey Hamlet (padre del príncipe Hamlet), a manos de su hermano Claudio. El fantasma del rey pide a su hijo que se vengue de su asesino.
La obra discurre vívidamente alrededor de la locura (tanto real como fingida), y de la transformación del profundo dolor en desmesurada ira. Además de explorar temas como la traición, la venganza, el incesto y la corrupción moral.
Macbeth
Macbeth y Banquo son generales de Duncan, rey de Escocia. Volviendo de una victoriosa campaña contra los rebeldes, Macbeth y Banquo se encuentran en una llanura con tres brujas que profetizan que Macbeth será primero barón de Cawdor y posteriormente rey de Escocia, y que Banquo engendrará reyes, aunque él no esté destinado a serlo. Inmediatamente después llega la noticia de que Macbeth, por el valor mostrado en la batalla, ha sido nombrado barón de Cawdor. Tentado por el cumplimiento parcial de la profecía y por lady Macbeth, Macbeth asesina mientras duerme a Duncan, que se había hospedado en su castillo, pero en seguida es presa del remordimiento.
Los hijos del rey Duncan, Malcolm y Donalbain, huyen, y Macbeth se apodera de la corona. Banquo muere, pero Fleance logra escapar. Por estos dos últimos anuncios, que parecen de imposible cumplimiento, Macbeth recupera la confianza. Entretanto, el primogénito y legítimo heredero del rey asesinado, Malcolm, ha empezado a reclutar un ejército en Inglaterra para recuperar el trono.
Sabiendo que Macduff se ha unido al príncipe legítimo, Macbeth hace asesinar a lady Macduff y a sus hijos. En el ataque final Macduff da muerte a Macbeth. Se cumplen así los augurios que parecían de imposible cumplimiento, y Malcolm sube al trono.
Personajes shakespearianos, Yago y Otelo.
Otelo:
Otelo es una de las obras más conocidas de Shakespeare. Es un drama sobre los efectos de los celos.
Otelo es un general de Venecia en la época más poderosa del imperio veneciano. Tras triunfar en varias batallas es nombrado gobernador de Chipre, que pertenecía en esa época a Venecia. Se casa con la hija de un rico veneciano llamada Desdémona.
El matrimonio es muy feliz en los inicios. Otelo está profundamente enamorado de Desdémona por su feminidad y dulzura y ella a su vez de su masculinidad y fortaleza. Ambos se instalan en Chipre en el Palacio del Gobernador.
Yago:
El tercer gran protagonista de Otelo es Yago. Es un subordinado de Otelo que quiere destruirle. Toma como aliado a Rodrigo que está enamorado de Desdemona, que se siente muy frustrado por haber sido rechazado por ella y que además, Desdémona haya preferido a Otelo que es un moro de piel oscura.
La estrategia de Yago es hacer que Otelo se ponga muy celoso. Para ello lo primero que hace es inducir sospechas sobre una relación adultera entre Casio, el número dos del gobierno de Chipre, y la propia Desdémona. Roba a Desdemona un pañuelo que había sido regalado en un momento muy especial por Otelo y lo introduce en las habitaciones de Casio. De esta manera empieza a sembrar en Otelo dudas sobre la fidelidad de su mujer. Otelo es un hombre directo, muy posesivo y excesivamente apasionado. El amor loco que siente por su mujer, unido a una cierta inseguridad por el color de su piel, hace que empiece a creerse las acusaciones de Yago, que utiliza estratagemas muy diversas.
Yago es tramposo y siempre actúa con mala fe.
Llegan noticias de Venecia. Casio ha sido nombrado gobernador y a Otelo se le asigna un nuevo puesto. Otelo humilla a su mujer en público y la agrede físicamente. Esta siempre extraordinariamente nervioso y agitado y ya no consigue conciliar el sueño.
Yago convence a Rodrigo para que mate a Casio. Dice que de esta manera, Desdémona se enamorará de él y se queda sin rival ya que según Yago, Casio es el verdadero amor de Desdémona. En esa misma noche, Yago ha convencido a Otelo para que mate a su mujer.
Rodrigo no logra matar a Casio que se defiende y sale victorioso del ataque con espada. Otelo le pide a su mujer que se arrepienta de sus pecados y rece sus oraciones. A continuación la mata ahogándola con una almohada.
En ese momento entra Emilia, criada de Desdémona y esposa de Yago. Horrorizada se pone a gritar «Otelo ha matado a Desdémona». Entra también Casio y los altos funcionarios de Venecia. Emilia revela las trampas de su marido. Su marido la mata. A continuación, Otelo mata a Yago. Por último, Otelo se sitúa junto al cadáver de su esposa y se suicida.
El mechón de cabello
Agilulfo, monarca de los longobardos, estableció en Paria, ciudad de Lombardía, la base de su soberanía. Como sus antecesores, cogió por mujer a Tendelinga, viuda de Autari, también soberano de los longobardos.
La señora era hermosísima, prudente y honrada, pero desafortunada en afectos. Y, yendo muy bien las cosas de los longobardos por la virtud y la razón de Agilulfo, aconteció que un palafrenero de la nombrada reina, hombre de muy ruin condición por su nacimiento, pero superior en su oficio, y arrogante en su persona, se enamoró intensamente de la reina, y como su baja condición no le impedía advertir que aquel amor escapaba a toda conveniencia, a nadie se lo declaró, ni siquiera a ella con su mirada.
Y sin esperanza alguna siguió viviendo. Pero se jactaba consigo mismo de haber puesto sus pensamientos en tan alto lugar y, ardiendo en amoroso calor, se dedicaba a hacer mejor que sus compañeros lo que a su reina pudiese complacer. Por esto, cuando la reina deseaba cabalgar, prefería de entre todos al palafrén, lo que él tenía como un privilegio, y no se apartaba de ella, juzgándose afortunado algunas veces si podía rozarle los vestidos.
Pero el amor, como muchas veces vemos, cuando tiene menos esperanza suele aumentar, y así le sucedía al pobre palafrenero, que hallaba insoportable mantener su escondido deseo, al que ninguna esperanza ayudaba. Y muchas veces, no logrando librarse de su amor, pensó en morir. Y, reflexionando cómo lograrlo, decidió que fuese de tal manera que se notara que moría por el amor que había puesto y profesaba a la reina, y se propuso que fuera de manera que la fortuna le diese la posibilidad de obtener, totalmente o en parte, la satisfacción de su anhelo.
No deseó manifestar nada a la reina, ni expresole su amor escribiéndole, ya que sabía que era infructuoso hablar o escribir, mas resolvió ensayar si era posible, por ingenio, con ella acostarse. Mas no veía otro medio ni recurso que hacerse pasar por el rey, el cual no dormía con la reina de continuo.
Y para a ella llegar y entrar en su estancia, procuró el hombre averiguar en qué forma y hábito iba allá el rey. Y así muchas veces, durante la noche, se escondió en una gran sala del real palacio a la que daban los aposentos de la reina y del rey. Y una noche vio a Agilulfo salir de su cámara envuelto en un gran manto, en una mano una antorcha encendida y en la otra una varita, y en llegando a la puerta de la reina, sin nada decir, golpeó la madera con la vara una vez o dos, y abriose la puerta y quitáronle la antorcha de la mano.
Y esto visto, y vuelto a ver, pensó el palafrenero que él debía hacer otro tanto, y mandó que le aderezasen un manto semejante al del rey, y, provisto de una antorcha y una vara, una noche, tras lavarse bien en un baño para que la reina no advirtiese el olor del estiércol y con él el engaño, en la sala, como solía, se escondió.
Y notando que ya todos dormían, pensó que era momento de conseguir su deseo, o, con alta razón, la muerte que arrostraba, y, haciendo con la yesca y eslabón que llevaba encima un poco de fuego, encendió la luz y, envuelto en el manto, se acercó al umbral y dos veces llamó con la vara. Abrió la puerta una soñolienta camarera, que le retiró y apartó la luz y él, sin decir nada, traspasó la cortina, quitose la capa y acostose donde la reina dormía. Deseosamente la tomó en sus brazos, y, fingiéndose conturbado por saber que en esos casos nunca el rey quería oír nada, sin nada decir ni que le dijesen, conoció carnalmente varias veces a la reina aquella noche. Apesadumbrábale partir, pero comprendiendo que el mucho retardarse podía volverle en tristeza el deleite obtenido, se levantó, púsose el manto, empuñó la luz y, sin nada hablar, se fue y volviose a su lecho tan presto como pudo.
Y apenas había llegado allá cuando el rey, alzándose, fue a la cámara de la reina, de lo que ella se maravilló mucho, y entrando en el lecho y alegremente saludándola, ella, adquiriendo osadía con el júbilo de su marido, dijo:
-Señor, ¿qué novedad es la de esta noche? Ha instantes que os partisteis de mí y más que de costumbre os habéis refocilado conmigo, ¿y tan pronto volvéis? Mirad lo que hacéis.
Al oír tales palabras, el rey presumió que la reina había sido engañada por alguna similitud de persona y costumbres, pero como discreto, en el acto pensó que, pues la reina no lo había advertido, ni nadie más, valía más no hacérselo comprender, lo que muchos necios no hubiesen hecho, sino que habrían dicho: “Yo no fui. ¿Quién fue ¿Cómo se fue y cómo vino?” De lo que habrían difamado muchas cosas con las cuales hubiera a la inocente mujer contristado, y aun quizás héchole venir en deseo el volver a desear lo que ya había sentido. Y lo que, callándolo, ninguna afrenta le podía inferir, hubiera, de hablar, irrogándole vituperio. Y así el rey respondió, más turbado en su ánimo que en su semblante y palabras:
-¿No os parezco, mujer, hombre capaz de estar una vez acá y tornar luego?
-Sí, mi señor, pero, con todo, ruégoos que miréis por vuestra salud.
Entonces dijo el rey:
-A mí me place seguir vuestro consejo y, por tanto, sin más molestia daros, me vuelvo.
Y, con el ánimo lleno de ira y de mal talante por lo que ya sabía que le habían hecho, tomó su manto, salió de la estancia y resolvió con sigilo encontrar al que tan feo recado le hiciera, imaginando que debía ser alguien de la casa y que no había podido salir de ella. Y así, encendiendo una lucecita en una linternilla, se fue a una muy larga casa que había en su palacio sobre las cuadras y en la que dormían casi todos sus sirvientes en distintos lechos. Y estimando que al que hubiese hecho lo que la mujer decía no le habría aún cesado la agitación de pulso y corazón por el reciente afán, con cautelosos pasos, y comenzando por uno de los principales de la casa, a todos les fue tocando el pecho para saber si les latía el corazón con fuerza.
Los demás dormían, pero no el que había yacido con la reina, por lo cual, viendo venir al rey e imaginando lo que buscaba, comenzó a temer mucho, en términos que a los pálpitos anteriores de su corazón se agregaron más, por albergar la firme creencia de que, si el rey algo notaba, le haría morir.
Varias cosas le bulleron en el pensamiento, pero, observando que el rey iba sin armas, resolvió fingir que dormía y esperar lo que aconteciese.
Y habiendo dado el rey muchas vueltas, sin que le pareciese encontrar al culpable, llegose al palafrenero, y observando cuán fuerte le latía el corazón, se dijo: “Éste es”. Pero como no quería que nadie se percatase de lo que pensaba hacer, se contentó, usando unas tijeras que llevaba, con tonsurar al hombre parte de los cabellos, que entonces se llevaban muy largos, a fin de poderle reconocer al siguiente día; y, esto hecho, volviose a su cámara.
El hombre, que todo lo había sentido y era malicioso, comprendió por qué le habían señalado así y, sin esperar a más, se levantó y, buscando un par de tijeras que había en el establo para el servicio de los caballos, a todos los que allí yacían, andando sin ruido, les cortó parte del cabello por encima de la oreja y, sin ser sentido, se volvió a dormir.
El rey, al levantarse por la mañana, mandó que, antes de que las puertas del palacio se abriesen, se le presentase toda la servidumbre, y así se hizo. Y estando todos ante él con la cabeza descubierta, y viendo a casi todos con el cabello de análogo modo cortado, se maravilló y dijo para sí: “El que ando buscando, aunque sea de baja condición, muestra da de tener mucho sentido”. Y, reconociendo que no podía, sin escándalo, descubrir al que buscaba, y no queriendo por pequeña venganza sufrir gran afrenta, resolvió con cortas palabras hacerle saber que él había reparado en las cosas ocurridas y, vuelto a todos, dijo:
-Quien lo hizo, no lo haga más, e id con Dios.
Otro les habría hecho interrogar, atormentarlos, examinarlos e insistirlos, y así habría descubierto lo que todos deben ocultar, y al descubrirlo, aunque tomase entera venganza, habría aumentado su afrenta y empeñado la honestidad de su mujer. Los que sus palabras oyeron se pasmaron y largamente trataron entre sí de lo que el rey había querido significar, pero nadie entendió nada, salvo aquel que tenía motivos para ello. El cual, como discreto, nunca, mientras vivió el rey, esclareció el caso, ni nunca más su vida con tan expuesto acto confió a la Fortuna.
FIN
El velo de la abadesa
Existe en Lombardía un monasterio, famoso por su santidad donde residía una mujer, llamada Isabel junto con otras monjas . Un día aparecieron desde la reja del locutorio, un pariente suyo, acompañado de un amigo, y al verlo, la monjita se enamoró. Pasado un tiempo, el joven descubrió como entrar a la habitación de Isabel y las otras monjas, que tenían sospechas, decidieron espiarlos. Una noche vieron salir al joven del dormitorio de Isabel y no dudaron en contárselo a la abadesa, que fue a la celda de Isabel y al derribar la puerta, encontró a los dos amantes acariciándose. El mozo queda en el dormitorio mientras que la abadesa se lleva a la monja a su celda para castigarla. Mientras le está reprimiendo Isabel se da cuenta de que la abadesa lleva de tocado los calzones del otro mozo y al decírselo, la superior llena de vergüenza se sentó y permitió a sus ovejas que siguieran divirtiéndose en secreto.