Baudelaire
Alegoría
Es una mujer hermosa y de nuca opulenta,
que deja caer la cabellera en su vino.
Las garras del amor, los venenos del garito,
todo resbala y todo se embota ante su piel granítica.
Se ríe de la Muerte y ridiculiza a la Lujuria,
esos monstruos cuya mano, que siempre rasga y siega,
ha respetado sin embargo, en sus juegos destructores,
la majestad severa de este cuerpo firme y enhiesto.
Camina como una diosa y se recuesta como una sultana;
tiene fe mahometana en el placer,
y a sus brazos abiertos, donde rebosan sus pechos,
convoca con los ojos al género humano.
Ella cree, ella sabe, esta virgen estéril
y aun así necesaria para que el mundo avance,
que la belleza física es un sublime don
que consigue el perdón de todas las infamias.
Le son indiferentes tanto el Infierno como el Purgatorio,
y cuando llegue la hora de entrar en la Noche negra,
mirará el rostro de la Muerte
como mira un recién nacido —sin odio y sin remordimiento.
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Verlaine
Claro de Luna
Vuestra alma es un exquisito paisaje,
Que encantan máscaras y bergamascos,
Tocando el laúd y danzando y casi
Tristes bajo sus fantásticos disfraces.
Siempre cantando en el tono menor,
El amor triunfal y la vida oportuna
Parecen no creer en su felicidad
Y sus canciones se unen al claro de la luna.
Al tranquilo claro de luna, triste y bello,
Que hacen sonar los pájaros en los árboles,
Y sollozar extáticos a los surtidores,
Surtidores esbeltos entre los blancos mármoles.
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Rimbaud
Sensación
En las azules tardes de verano, deambularé por los senderos
herido por el trigo, pisando la fina hierba:
soñador, sentiré el frescor en mis pies,
dejando que el viento acaricie mi desnuda cabeza.
Enmudeceré y mis pensamientos se desvanecerán:
Pero el infinito amor permanecerá en mi alma,
e iré lejos, muy lejos, bohemio y pensativo
por la naturaleza – dichoso como una dama
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Mallarmé
Brisa Marina
¡La carne es triste, ay! y ya agoté los libros.
¡Huir, huir allá! Siento a las aves ebrias
De estar entre la ignota espuma y los cielos.
Nada, ni los viejos jardines que los ojos reflejan
Retendrá el corazón que hoy en el mar se anega,
Oh noches, ni la desierta claridad de mi lámpara
Sobre el papel vacío que su blancura veda
Y ni la joven madre que a su niño amamanta.
Partiré ¡Steamer que balanceas tu arboladura,
Leva ya el ancla para la exótica aventura!
Un Tedio, desolado por crueles esperanzas
Cree aún en el supremo adiós de los pañuelos,
Aunque, tal vez, los mástiles que invitan huracanes
Son aquellos que el viento doblega en los naufragios
Perdidos, sin mástiles, sin mástiles ni fértiles islotes…
¡Mas, oh corazón mío, escucha la canción de los marinos!