GAWAIN Y LADY RAGNELL

Un día a finales de verano, Gadwin, el sobrino del rey Arturo, estaba con su tío y los caballeros de la corte en Carlisle. El rey volvió de su cacería diaria tan pálido y alterado que Gadwin le siguió a sus aposentos y le preguntó qué le sucedía. Durante su cacería, Arturo había sido atrapado por un terrible caballero del norte llamado Sir Gromer, que buscaba vengarse por la pérdida de sus tierras. Gromer había dado a Arturo la oportunidad de escapar, con la condición de que, un año después, acudiera desarmado al mismo lugar con la respuesta a la siguiente pregunta: «¿Qué desean las mujeres por encima de todo?». Arturo se aterró y exclamó que eso era imposible, que no le daría a su sobrino. «No te pedí que me dieras al caballero Gadwin —le espetó ella—. Si el caballero Gadwin accede por su propia voluntad a casarse conmigo, entonces te daré la respuesta a la pregunta. Esa es mi condición». Y, tras añadir que la encontraría al día siguiente en el mismo lugar, desapareció en el robledal.
Arturo quedó anonadado porque no podía considerar siquiera la posibilidad de pedir a su sobrino que entregara su propia vida en matrimonio a esa horrible mujer para salvar la suya. Gadwin salió cabalgando del palacio para encontrarse con el rey y, al ver su aspecto pálido y angustiado, le preguntó qué había sucedido.

Después del banquete de boda, al que asistieron en horrorizado silencio todos los nobles y damas de palacio, la pareja se retiró a sus aposentos. Lady Ragnell pidió a su esposo que la besara. «Gadwin lo hizo al instante. Cuando se retiró, ante sus ojos había una joven de bella silueta con ojos grises y un rostro sereno y sonriente».
Gadwin se asombró y, asustado de la magia de su esposa, le preguntó qué había sucedido para producir tan espectacular cambio. Ella le dijo que su hermanastro la había odiado siempre y le había dicho a su madre, que sabía de brujería, que la transformara en una criatura monstruosa que solo podría desencantarse cuando el mayor caballero de toda Inglaterra la tomara voluntariamente por esposa.

Gadwin sonrió lleno de admiración y se maravilló de que el embrujo hubiera sido roto. Gadwin lo pensó un momento y se postró ante su esposa, cogió su mano y le dijo que él no debía escoger porque la elección dependía de ella, la única persona que podía tomarla.

Sir Gawain and the Green Knight – An Open Companion to Early British  Literature