Currado Gianfiglazziera, un hidalgo muy conocido en la ciudad, disfrutaba montando a caballo y también hallaba placer en los perros y en las aves.
Un día salió de caza acompañado de su halcón y consiguieron dar caza a una grulla. Currado se dirigió al castillo y le pidió al cocinero Chichibio que la cocinase y la aderezase. Hecho esto, entró en la cocina una mujer llamada Brunetta (de la que Chichibio estaba muy enamorado) y al oler ese manjar se pidió al cocinero un muslo de ese sabroso ave. El hombre se negó, pero después de insistirle, le dio el deseado muslo. Chichibio sirvió el animal para la comida, pero el hidalgo notó la falta del muslo y le preguntó al cocinero el motivo. Este último le aseguró que las grullas solo tenían una pata y que al día siguiente se lo demostraría.
La siguiente mañana ambos montaron en sus caballos y fueron al bosque. Chichibio iba muy atento para ver si podía encontrar a las grullas y, finalmente divisó a un grupo de ellas que descansaban sobre una pata porque estaban dormidas. El cocinero se las enseñó al hidalgo, el cual gritó provovando así que las aves mostraran su otra pata y echando a volar. Currado demostró así que las grullas tenían dos patas, pero el ingenioso cocinero le respondió de una manera muy graciosa diciéndole que si a la grulla del otro día le hubiese gritado, también esa habría tenido dos patas.